sábado, 7 de abril de 2012

EL GRAN TORBELLINO DEL MUNDO (Pío Baroja)


          Los libros de Pío Baroja son como las casas antiguas de los pueblos, que algún día tuvieron alguna importancia, y hoy son presas del olvido, la planta enredadera y el blasón mellado. No se lee realmente a Pío Baroja en ediciones "nuevas". Puedes llegar a disfrutar de alguna editorial que todavía no se ha animado a hacer un prólogo que eche para atrás y que cuide algo la edición. Pero si realmente creo haber llegado a leer rotundamente a Baroja, digamos de forma ortodoxa, es comprando el libro en la cuesta Moyano, o en alguna librería antigua, la edición que sea como mucho la Austral del sesenta y pico, y entonces sí.

     Aquellas casas (cada vez quedan menos por el sacrilegio de la restauración a fondo y confortable), viejas, de maderas viejas, de olores estancados de épocas de levita y sombrero diarios, de decadencia perpetua, por fuera no dicen nada al que no ve, ni observa, ni quiere de verdad buscar puertas en el tiempo. Aquel que es el turista de dámelo hecho, es imposible que penetre en el alma de esas estancias, grises, ocres, como las páginas de Baroja y llegue a encontrar algún tesoro, como el que nos regala cuando diserta sobre el origen de la palabra burdel (del francés bord d'eau = al borde del agua) definición de aquel lugar de divertimento en el norte de Europa; y por contra la etimología de la palabra lupanar (del latín lupa = loba) que es como se conocen estos sitios en el sur del Viejo Continente.

     Con esto, añade: "En el burdel se conoce al marino, el opio y la droga de Oriente. En el lupanar hay relaciones con el criminal, con el hombre de presidio".
Baroja siempre nos deja diferenciados dos grupos de personas (básicamente dos, aunque a veces hace ejercicios más complicados. Siempre sinceros e interesantes). Bien sea en un país (como hace en España), o bien en Europa, como en la presente novela, donde un vasco nos cuenta su historia triste y falsamente gris, pues es apasionante el contacto con la cantidad de seres y personajes, reales y extraños a un tiempo, al que nos conduce.
Y nunca nos diferencia a esos grupos de manera simple o fácil. Suele hablarnos desde la experiencia más humana y baja (algo tan a mano como un prostíbulo) pero desde el punto de vista etimológico, (nada tan antropológico, tan propio del humano pero tan desconocido para la mayoría), cercando alguna verdad.

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