sábado, 27 de octubre de 2012

AYER NO MÁS (Andrés Trapiello)



          "Llegaba, perdido, de la Historia". No puede esta frase significar lo mismo para la generación de los que nacieron, más o menos, cuando AT, que para los que nacimos alrededor de los ochenta. Así que las cosas que diré yo aquí no son reflejo de lo que quiere decir el libro, sino de lo que significan para mí; aclaración del todo innecesaria pero que siento que he de hacer.
          "Llegaba, perdido, de la Historia". Creo que mi generación ha vivido la mejor época de España, por los padres que tuve, por la educación que recibí. Es verdad que no es un sistema perfecto, la monarquía parlamentaria con su Constitución, pero si miras para atrás en la Historia de nuestro país hemos de sentirnos agradecidos con nuestros años vividos. Hablo en general, lógicamente habrá casos personales que me dirán que no, que ellos no lo han pasado bien. Pero que políticamente ha sido la etapa con más libertades, no hay duda. Ahora bien, España, como España, tal cual, no estaba bien vista (en España). La bandera era tabú, nuestros ilustres antepasados eran tabú, nuestras glorias militares eran tabú y la leyenda negra era la verdad y toda la verdad de nuestro pasado. El Cid, El gran capitán o Blas de Lezo, por poner sólo tres ejemplos eran sonrojantes para todo buen demócrata, amante de la libertad, fraternidad e igualdad.
          Sin embargo, uno tuvo suerte: una familia que regala libros y lee, viajes a museos y algunas pistas sobre la lucidez que te enseñan algunas personas. Y claro, el chiringuito se desmoronaba solo. España no nacía en el 36, el yugo y las flechas eran de antes de lo que me contaban y la República era una cosa que no era exactamente el comunismo que nos vendieron a precio de saldo.
          He de decir que un escritor que abrió bastantes ojos y conciencias fue Arturo Pérez-Reverte. Con sus patentes incendiarias, con mano en vizcaína, iban pasando capítulos que se saltaron en clase de Historia; verbigracia: Hernán Pérez del Pulgar, Antonio Barceló y multitud de personajes que habían hecho Historia, y nosotros se lo negábamos en pos de la Democracia, ¿disculpe? No nos lo contaba en clave de Bambi. La Historia venía con su blanco, su negro, y toda la gama de grises, ya en el libro "Ojos azules" deja bien pintados a los Alvarado y compañía. Pero es nuestra Historia, para bien y para mal.
          Todo esto, esta innecesaria introducción antes de hablar de Ayer no más, siento que he de escribirla, para separar las churras y las merinas que me han estado vendiendo. No hablaré de los partidos políticos. Ni del pepé, ni del pesoe, ni de esos paladines de la libertad, igualdad y fraternidad que eran CIU y PNV. Al menos a mí me contaron ese cuento tertulianos y telediarios.
          Y ahora sí, ahora hablemos de Ayer no más.


          "sentí que en cualquier momento al doblar una esquina me dentendría una patrulla de Falange o un grupo de obreros me pedirían el salvoconducto, pero sentí al mismo tiempo que yo formaba parte de uno de esos piquetes de milicianos. ¿De qué hubiera dependido entrar en una partida o en la otra?", ese sentí del principio es ante el que nos tenemos que poner. Pensé en esto muchas veces, ¿cuántos votos van al PP, o al PSOE, o a IU, hoy mismo porque tu abuelo haya estado en uno u otro bando? Muchas veces dependió del lugar donde se encontraban viviendo. Simplemente.



          "Encontré una vaina de bala de fusil. No son raros esta clase de hallazgos todavía, setenta años después. [...] Estaba oxidada [...] Me tiznaron las manos, se me quedaron rojas. Teñidas como de sangre. La prueba de un crimen que fue cometido antes de que yo naciera todavía me concierne, nos concierne a todos", esto es lo más inexplicable, pero que es la verdad, cuando nos empantanamos a hablar de política pasa lo mismo, la mancha de sangre nos llega, ¿Cómo atajarla? ¿olvido, perdón, reconocimiento? De todo eso creo que es el libro.



          Uno de los personajes dice a otro: "Si te vas a dedicar a Guerra Civil, no te fíes de nada ni de nadie, no creas lo que te cuenten ni lo que leas en los libros, en los periódicos, en los archivos...No he visto nunca nada en lo que la gente mienta más. Y lo peor es que la mayoría de los que mienten no saben que lo hacen". Otro problema es el de la confusión. Se me acaba de venir a la mente una frase que sale en el libro "Los cipreses creen en Dios" de Gironella. Pensaba alguien mirando hacia un puerto de donde se había ido un barco, y no había ni rastro de él, que el agua del mar siempre hacia tabla rasa. Tabla rasa, mirar adelante, que no nos siga condicionando la guerra para hacer las cosas mejor.



          Y también está Baroja por el libro, en boca de Pepe Pestaña: "- No, no soy un nihilista, de verdad. Escéptico, sí, bastante. Me gustan mucho las gentes, pero espero poco de ellas." No recuerdo si con estas mismas palabras reflexionaba alguien en las páginas de Baroja, pero en todas y cada una de ellas está esto. Cuánto le debemos a Baroja escribió alguna vez alguien.



          Termino la entrada del blog con música, una que viene dentro de Ayer no más, pues si le debemos mucho a Baroja, mucho le debemos a "nuestro hermano Amadeo". "Los primeros compases de La flauta mágica nos devolvieron al mundo de la fraternidad universal y en efecto, como por arte de magia, se fue restañando, por dentro y por fuera, la rota armonía".



La única duda que tengo es si es verdad lo que dijo AT en la presentación en La Central de Callao, que él se ha dedicado a escuchar a gentes para hacer el libro y él no era nadie. Muchas veces pinta a Pepe Pestaña como veo yo que es él (AT). O tal vez en determinados momentos se sienta como muchos personajes del libro; quizá que muchos de los personajes del libro forman a AT, no todos. Quizá.

           

viernes, 26 de octubre de 2012

LA ESPLÉNDIDA Y ÁSPERA ESPAÑA (Camille Mauclair)

           

          Versión española por J. Campo Moreno. M. Aguilar editor. Marqués de Urquijo, 39, Madrid. 1931. Dice el libro en la primera hoja del interior. En la siguiente hoja el autor francés dedica el libro, "A mi querida esposa dedico estos recuerdos de sol, de arte, de belleza, para que volvamos a vivirlos juntos".

          Fue una de esas tardes veraniegas de otoño en los madriles a los pies de la diosa Cibeles que sin moverse de su rotonda parece avanzar por la calle de Alcalá lentamente pero segura al ritmo que marcan los leones. Así, con esa idea entra uno en la feria del libro de ocasión. Este año homenajean a Mingote, mostrando algunos carteles suyos de otros años en el de este año; grabada tengo la imagen de ese Quevedo mingoteño, genial, moderno y rancio, con toda la sinvergonzonería luminosa, con todo el dolor del cojo genial, con todo lo que nos llega en sus letras. Así, con estas ideas uno se mete en las casetas de la feria del libro de lance, como se mete en un tren, o mejor todavía: te crees uno de esos personajes que entran en un tren viejo que salen al principio de una película vieja, y que sabes que encontrará emoción sin límite. Algún asesinato, algún pasajero que sabe demasiado o alguna pasajera que sin saber nada sabe más. Así, por el título y poco más, me llevé el libro. De vez en cuando cometo errores de este tipo, sin ideas preconcebidas me llevo debajo del brazo títulos que creo yo me llevarán más tarde a la luz del flexo, lejos. Pero tuve suerte, sería la conjura de esa tarde: nubes que se parecían bastante a las de Goya, la serenidad de la diosa al avanzar y el ¡viajeros al tren! que siente uno al meterse en las casetas del libro antiguo.

          Avisa Camille, en otra hoja previa a la obra, que terminó el libro días antes de que la República reemplazara a la Monarquía. Lo puso tal vez por su esperanza de que cambiasen aquellas cosas que había escrito en el libro y que nos mantenían atados al viejo régimen todavía. Que cambiasen las injusticias sociales me parece, no tanto la esencia antigua de lo español, pues eso se ve rápido en el libro que le apasiona.

          De Zumaia a Granada, pasando por Ávila, Museo del Prado, Toledo, La Mancha, el viajero se sincera en cada paisaje solitario, en cada visión de los lugareños, ante los cuadros de Goya, Velázquez y El Greco.
          El viajero ve a Sancho Panza y adivina, o quiere adivinar, a Don quijote a lo lejos cuando pasa con el tren desde Alcázar a Campo de Criptana, con los muchachos bebiendo agua del mismo vaso. Se enamora de la Alhambra, se acuerda de Boabdil yéndose con el famoso reproche doloroso de su madre. Siente que vuelve en el tiempo con el verde de las plantas y el rumor del agua.

          Uno que ha pasado en El Prado horas suficientes para escuchar a las meninas susurrarle algo a la infanta, o el sonido de las hojas del libraco que sostiene como puede Diego de Acedo "El Primo"; las suficientes para escuchar la guitarra desgarrada y castiza del ciego de Goya en la solitaria tercera planta; las suficientes para encontrar un hueco, una puerta al fondo de un palacio toledano y hablar quedo con los señores toledanos, hidalgos rancios, alguna mente clara, mucha cruz cosida bajo las negras vestiduras. Uno, digo, con este curriculum en historia del arte sin diploma, ni título universitario, lee con gusto la sinceridad de Camille: "La creencia del Greco es única en su clase. Su expresión es de una fuerza capaz de convertir a un ateo. Chilla la verdad, se cierne, alucina. Jamás, probablemente, ha recibido alma alguna de un modo tan intenso el don de espiritualizar las figuras ..."