“La calle, sobre todo la calle
vieja, me gusta, me recuerda un sinfín de novelas románticas que he leído en la
juventud; pero lo que me parece la quintaesencia del espíritu de París, es la
poesía de Verlaine”, no hay nada como llegar a un lugar y
la contaminación literaria que nos rompe la cabeza, salga a pasear por la
calle, bien poblándola de personajes, bien atmosferizando el aire, la luz, esa
ficción tiene algo más real, más de verdad que la propia realidad. Cuando
llegamos a una calle vieja, no queremos que salga uno de sus vecinos de hoy con
la bolsa de basura en la mano; queremos que esté como hace quinientos años, o
trescientos, como un decorado de una película, pero que no sea una película;
todo esto es una parte muy importante de la literatura.
No
recuerdo quién lo dijo, creo que fue una hermana de Ortega y Gasset; estuvo de
viaje Grecia y al oriente con un grupo de intelectuales españoles, entre ellos
Julián Marías. Y decía que cuando llegaron a uno de aquellos lugares míticos,
allí sólo había piedras, pero ellos estaban emocionados por todo lo que habían
leído.
Hace poco ha salido un libro sobre
Baroja (Retrato de Baroja con abrigo)
cuyo contenido escrito no tiene mucha importancia, sí los dibujos y el formato
que tienen algo que te atrapa. He encontrado en Rojos y Blancos el mejor título
para un libro sobre Baroja, y no sé si alguien ya lo ha aprovechado, porque es
muy raro que después de décadas de libros de Broja editados nadie se haya dado
cuenta, a lo mejor es que nadie lee a este magnífico escritor, y tenemos que
quedarnos con la chorrada de lo del abrigo, la manta y la boina, que no es nada
al lado de su literatura… “En la ciudad
universitaria, una arquitecta inglesa me llamaba ‘ese señor viejo español de sonrisa triste’ ”.
“Pienso
que la gente que se considera con deberes lleva una vida más intensa que la que
se considera sólo con derechos”, lo mejor de Baroja es
que se entiende lo que escribe y no son ni siquiera aforismos, son más cercanos,
no estarían en una placa dorada conmemorativa, son papeles importantes en un
cajón, cerca del sentido común.
“Continuo
recibiendo catálogos de librerías de viejo, lo cual me da siempre mucha pena,
porque los libros están ahora muy caros, y a mí no me sobra el dinero”, qué
pena. Si usted supiera, don Pío, que tengo en primera edición los dos primeros
libros de Memorias de un hombre de acción (“El aprendiz de conspirador” y “El
escuadrón del Brigante”).
“Cuando
se sienten aficiones literarias y filosóficas es muy difícil encontrar con
quien hablar a gusto”, cuando se encuentra son oasis difíciles de olvidar,
pero más difíciles de mantener.
“Hace
tiempo, Ortega y Gasset, que tenía auto, nos invitaba a dos o tres personas a
visitar algunos pueblos españoles en una excursión de varios días, y al llegar
la noche a las fondas donde descansábamos, hablábamos como las personas a
quienes no les produce miedo ni inquietud la vida”, cuando encontramos esos
oasis, los pueblos españoles, con un edificio antiguo al fondo en la ventana
del restaurante, o un paisaje castellano desolado y hermoso, y hablamos de lo
que nunca hablamos, nos olvidamos hasta de quien somos, o es al contrario, que
resulta que es ahí donde realmente somos nosotros más nosotros, diluyéndonos en
la conversación, y el resto de los días del devenir cotidiano, somos reflejos,
potencias.
“Me
han prestado un tomo de una Historia del Arte, obra de un crítico, Ele Faure,
al que algunos conceden mucha importancia. Pero me ha parecido que no hay en
ese libro más que palabrería y retórica. No he encontrado en sus páginas nada
auténtico ni explicativo que valga la pena. Tan sólo elocuencia, y nada más…”,
y nada más, que poco saben los críticos de arte (en general) de eso que queda
flotando cuando anulas las teorías y la palabrería.
“La
vida actual tiene muchas exigencias inmediatas: el naturismo, el sol, el
automóvil, la buena mesa, el baile, las piscinas, el cine, la aventura…”,
hoy tiempos modernos podemos agregar, verbigracia: el móvil, las redes
sociales, el ordenador, internet, guasap, la televidión, la televisión, la
televisión… “¿Y dónde está quien, por
recreo, se encierre a solas con un volumen para pasar la tarde? Esto ya no lo
concibe la gente”, pues si esto era ya así a mediados del siglo XX, es
mejor que no viera este señor lo que hay hoy. Yo no sé si encerrarse con un
volumen hace mejor persona, pero si se generalizara creo que la estupidez
saldría huyendo por la ventana.