sábado, 27 de octubre de 2012

AYER NO MÁS (Andrés Trapiello)



          "Llegaba, perdido, de la Historia". No puede esta frase significar lo mismo para la generación de los que nacieron, más o menos, cuando AT, que para los que nacimos alrededor de los ochenta. Así que las cosas que diré yo aquí no son reflejo de lo que quiere decir el libro, sino de lo que significan para mí; aclaración del todo innecesaria pero que siento que he de hacer.
          "Llegaba, perdido, de la Historia". Creo que mi generación ha vivido la mejor época de España, por los padres que tuve, por la educación que recibí. Es verdad que no es un sistema perfecto, la monarquía parlamentaria con su Constitución, pero si miras para atrás en la Historia de nuestro país hemos de sentirnos agradecidos con nuestros años vividos. Hablo en general, lógicamente habrá casos personales que me dirán que no, que ellos no lo han pasado bien. Pero que políticamente ha sido la etapa con más libertades, no hay duda. Ahora bien, España, como España, tal cual, no estaba bien vista (en España). La bandera era tabú, nuestros ilustres antepasados eran tabú, nuestras glorias militares eran tabú y la leyenda negra era la verdad y toda la verdad de nuestro pasado. El Cid, El gran capitán o Blas de Lezo, por poner sólo tres ejemplos eran sonrojantes para todo buen demócrata, amante de la libertad, fraternidad e igualdad.
          Sin embargo, uno tuvo suerte: una familia que regala libros y lee, viajes a museos y algunas pistas sobre la lucidez que te enseñan algunas personas. Y claro, el chiringuito se desmoronaba solo. España no nacía en el 36, el yugo y las flechas eran de antes de lo que me contaban y la República era una cosa que no era exactamente el comunismo que nos vendieron a precio de saldo.
          He de decir que un escritor que abrió bastantes ojos y conciencias fue Arturo Pérez-Reverte. Con sus patentes incendiarias, con mano en vizcaína, iban pasando capítulos que se saltaron en clase de Historia; verbigracia: Hernán Pérez del Pulgar, Antonio Barceló y multitud de personajes que habían hecho Historia, y nosotros se lo negábamos en pos de la Democracia, ¿disculpe? No nos lo contaba en clave de Bambi. La Historia venía con su blanco, su negro, y toda la gama de grises, ya en el libro "Ojos azules" deja bien pintados a los Alvarado y compañía. Pero es nuestra Historia, para bien y para mal.
          Todo esto, esta innecesaria introducción antes de hablar de Ayer no más, siento que he de escribirla, para separar las churras y las merinas que me han estado vendiendo. No hablaré de los partidos políticos. Ni del pepé, ni del pesoe, ni de esos paladines de la libertad, igualdad y fraternidad que eran CIU y PNV. Al menos a mí me contaron ese cuento tertulianos y telediarios.
          Y ahora sí, ahora hablemos de Ayer no más.


          "sentí que en cualquier momento al doblar una esquina me dentendría una patrulla de Falange o un grupo de obreros me pedirían el salvoconducto, pero sentí al mismo tiempo que yo formaba parte de uno de esos piquetes de milicianos. ¿De qué hubiera dependido entrar en una partida o en la otra?", ese sentí del principio es ante el que nos tenemos que poner. Pensé en esto muchas veces, ¿cuántos votos van al PP, o al PSOE, o a IU, hoy mismo porque tu abuelo haya estado en uno u otro bando? Muchas veces dependió del lugar donde se encontraban viviendo. Simplemente.



          "Encontré una vaina de bala de fusil. No son raros esta clase de hallazgos todavía, setenta años después. [...] Estaba oxidada [...] Me tiznaron las manos, se me quedaron rojas. Teñidas como de sangre. La prueba de un crimen que fue cometido antes de que yo naciera todavía me concierne, nos concierne a todos", esto es lo más inexplicable, pero que es la verdad, cuando nos empantanamos a hablar de política pasa lo mismo, la mancha de sangre nos llega, ¿Cómo atajarla? ¿olvido, perdón, reconocimiento? De todo eso creo que es el libro.



          Uno de los personajes dice a otro: "Si te vas a dedicar a Guerra Civil, no te fíes de nada ni de nadie, no creas lo que te cuenten ni lo que leas en los libros, en los periódicos, en los archivos...No he visto nunca nada en lo que la gente mienta más. Y lo peor es que la mayoría de los que mienten no saben que lo hacen". Otro problema es el de la confusión. Se me acaba de venir a la mente una frase que sale en el libro "Los cipreses creen en Dios" de Gironella. Pensaba alguien mirando hacia un puerto de donde se había ido un barco, y no había ni rastro de él, que el agua del mar siempre hacia tabla rasa. Tabla rasa, mirar adelante, que no nos siga condicionando la guerra para hacer las cosas mejor.



          Y también está Baroja por el libro, en boca de Pepe Pestaña: "- No, no soy un nihilista, de verdad. Escéptico, sí, bastante. Me gustan mucho las gentes, pero espero poco de ellas." No recuerdo si con estas mismas palabras reflexionaba alguien en las páginas de Baroja, pero en todas y cada una de ellas está esto. Cuánto le debemos a Baroja escribió alguna vez alguien.



          Termino la entrada del blog con música, una que viene dentro de Ayer no más, pues si le debemos mucho a Baroja, mucho le debemos a "nuestro hermano Amadeo". "Los primeros compases de La flauta mágica nos devolvieron al mundo de la fraternidad universal y en efecto, como por arte de magia, se fue restañando, por dentro y por fuera, la rota armonía".



La única duda que tengo es si es verdad lo que dijo AT en la presentación en La Central de Callao, que él se ha dedicado a escuchar a gentes para hacer el libro y él no era nadie. Muchas veces pinta a Pepe Pestaña como veo yo que es él (AT). O tal vez en determinados momentos se sienta como muchos personajes del libro; quizá que muchos de los personajes del libro forman a AT, no todos. Quizá.

           

viernes, 26 de octubre de 2012

LA ESPLÉNDIDA Y ÁSPERA ESPAÑA (Camille Mauclair)

           

          Versión española por J. Campo Moreno. M. Aguilar editor. Marqués de Urquijo, 39, Madrid. 1931. Dice el libro en la primera hoja del interior. En la siguiente hoja el autor francés dedica el libro, "A mi querida esposa dedico estos recuerdos de sol, de arte, de belleza, para que volvamos a vivirlos juntos".

          Fue una de esas tardes veraniegas de otoño en los madriles a los pies de la diosa Cibeles que sin moverse de su rotonda parece avanzar por la calle de Alcalá lentamente pero segura al ritmo que marcan los leones. Así, con esa idea entra uno en la feria del libro de ocasión. Este año homenajean a Mingote, mostrando algunos carteles suyos de otros años en el de este año; grabada tengo la imagen de ese Quevedo mingoteño, genial, moderno y rancio, con toda la sinvergonzonería luminosa, con todo el dolor del cojo genial, con todo lo que nos llega en sus letras. Así, con estas ideas uno se mete en las casetas de la feria del libro de lance, como se mete en un tren, o mejor todavía: te crees uno de esos personajes que entran en un tren viejo que salen al principio de una película vieja, y que sabes que encontrará emoción sin límite. Algún asesinato, algún pasajero que sabe demasiado o alguna pasajera que sin saber nada sabe más. Así, por el título y poco más, me llevé el libro. De vez en cuando cometo errores de este tipo, sin ideas preconcebidas me llevo debajo del brazo títulos que creo yo me llevarán más tarde a la luz del flexo, lejos. Pero tuve suerte, sería la conjura de esa tarde: nubes que se parecían bastante a las de Goya, la serenidad de la diosa al avanzar y el ¡viajeros al tren! que siente uno al meterse en las casetas del libro antiguo.

          Avisa Camille, en otra hoja previa a la obra, que terminó el libro días antes de que la República reemplazara a la Monarquía. Lo puso tal vez por su esperanza de que cambiasen aquellas cosas que había escrito en el libro y que nos mantenían atados al viejo régimen todavía. Que cambiasen las injusticias sociales me parece, no tanto la esencia antigua de lo español, pues eso se ve rápido en el libro que le apasiona.

          De Zumaia a Granada, pasando por Ávila, Museo del Prado, Toledo, La Mancha, el viajero se sincera en cada paisaje solitario, en cada visión de los lugareños, ante los cuadros de Goya, Velázquez y El Greco.
          El viajero ve a Sancho Panza y adivina, o quiere adivinar, a Don quijote a lo lejos cuando pasa con el tren desde Alcázar a Campo de Criptana, con los muchachos bebiendo agua del mismo vaso. Se enamora de la Alhambra, se acuerda de Boabdil yéndose con el famoso reproche doloroso de su madre. Siente que vuelve en el tiempo con el verde de las plantas y el rumor del agua.

          Uno que ha pasado en El Prado horas suficientes para escuchar a las meninas susurrarle algo a la infanta, o el sonido de las hojas del libraco que sostiene como puede Diego de Acedo "El Primo"; las suficientes para escuchar la guitarra desgarrada y castiza del ciego de Goya en la solitaria tercera planta; las suficientes para encontrar un hueco, una puerta al fondo de un palacio toledano y hablar quedo con los señores toledanos, hidalgos rancios, alguna mente clara, mucha cruz cosida bajo las negras vestiduras. Uno, digo, con este curriculum en historia del arte sin diploma, ni título universitario, lee con gusto la sinceridad de Camille: "La creencia del Greco es única en su clase. Su expresión es de una fuerza capaz de convertir a un ateo. Chilla la verdad, se cierne, alucina. Jamás, probablemente, ha recibido alma alguna de un modo tan intenso el don de espiritualizar las figuras ..."

viernes, 21 de septiembre de 2012

SÍ Y NO (Andrés Trapiello) 02



          Se dirá que es un sacrilegio y una herejía sacar aquí trocitos de artículos del magnífico libro SÍ Y NO, mutilando su contenido total, privándolos de una coherencia que tuvieron como artículos sueltos en su día, como artículos compañeros de otros ahora en el libro. Pero creo que cuando se escribe, se hace por necesidad vital, y hay algunas partes de estos escritos que me llaman, como si salieran unos brazos del libro, me cogieran por las solapas y me instigaran a minimizar la ventana que mantiene en bucle las gnossiennes de Satie, abrir la correspondiente a este blog y escribir. Escribir.

          "Lo que hace de nosotros lo que somos no son los recuerdos medidos con calibre ni pesados en balanza, sino la relación de unos con otros y la atmósfera que entre todos ellos forman". Y no entiendo porqué estas palabras me llevan directamente a acordarme de un palacio del siglo XIX que visité este verano. Fue en agosto, y me gustó, pero hasta hoy, que he leído esto, no habían vuelto a mi cabeza los jardines románticos con caminos que van a ningún sitio, con invernadero y lago artificial, pequeño y cuidado, con estatuas esperando a ser observadas. En el folleto que ofrecen al visitante hay un inventario que parece medir con calibre y pesados en una balanza sus obras más interesantes, su exclusiva colección de arte: cuadros de Goya, Tiziano y El Greco; tapices de Bruselas, y además en las fechas que fuimos nosotros pudimos ver los bodegones de Luis Meléndez, los mismos que he visto bastantes veces, solo, en el piso de arriba del Prado, junto a los cartones para tapices de Goya que también suelen aburrirse en su soledad (a lo mejor así pueden descansar todos los ayudantes de cacería de Carlos III, el pelele lo mantearán muy a su sabor las mujeres que sostienen la manta y la pelea en la venta puede seguir su curso). Y sin embargo si tuviera que elegir tres cosas del palacio Selgas-Fajalde, tres recuerdos, no sería nada de lo que anuncian ahí, en el folleto, sino la huella que la Guerra Civil dejó en un espejo, una estrella oscura del tamaño de una moneda grande, de puntas múltiples, irregulares en su longitud, única marca que dejó la contienda según la audioguía, aquella bala perdida. También me quedaría con alguna de las sillas con lámpara incorporada y brazo delantero para apoyar algún libro de los que pueblan la biblioteca, grande para mí, pequeña seguramente para quien acumula libros a lo tonto, justa, suficiente para perder allí todo el tiempo del mundo, cuando los atardeceres permitiesen mirar por la ventana y adivinar conversaciones en voz baja entre las estatuas del jardín. Me quedaría con la sensación que tuve en algunas salas de que alguien se acababa de ir, de que hace un momento la criada terminaba de peinar a uno de aquellos niños bien vestidos, que recién salió hacia  la escuela que está a la entrada del recinto, un coqueto edificio, donde, en vitrinas, se muestran pequeños cuadernitos de ortografía, mapas y otros manuales de otras épocas, escuetos y suficientes. Es decir, la atmósfera que se quedó ahí, entretejida por viejas vivencias.

          El final del artículo es mi parte favorita del libro, por ahora, muy difícil de superar, ya sin relación con el palacio, que dejé olvidado, "Un día alguien besó a una joven, a quien jamás volvió a ver. El recuerdo de ese beso dura menos que el beso, y sin embargo ese joven, ya viejo, comprende que el resto de su vida ha gravitado bajo la impresión profunda que aquel acto de amor, y su pérdida, dejó en su corazón". Cuenta Sabina, Joaquín, que él nunca escribió canciones para sus grandes amores, las chicas que estuvieron con él de forma más o menos continuada, sino que un día vio a una chica por la ventanilla de un tren, y que necesitaba escribirle una canción. Somos así, nos movemos más de verdad en el terremo mitológico y legendario que en el racional y lógico, preferimos conocer a un soldado al servicio de Napoleón en la leyenda toledana El Beso de Bécquer que leer una manual de Historia donde  diga las partes de su uniforme, y todos los etcéteras que le sobran a nuestras pasiones. Ya lo decía Sandoval (un personaje inolvidable de la película argentina El secreto de sus ojos): "Un hombre puede renunciar a todo, menos a una cosa: su pasión", aunque a veces, no pueda escribir ese recuerdo en sus memorias o tenga que escribirlo en un cuento o una novela, como si no fuese él al que le pasa, sino a un ingenioso hidalgo o un dragón francés.

(Sobre el artículo "Calibre y balanza de la memoria").

sábado, 15 de septiembre de 2012

SÍ Y NO (Andrés Trapiello) 01

         
          Es una colección de artículos que salieron publicados en revistas y periódicos del domingo. No sabía uno si escribir sobre ellos, pero me he encontrado algunas palabras sobre la foto Autorretrato de Alberto García Alix que tenía que rescatar para esta pequeña isla o blog, "la foto está mal encuadrada por arriba y por abajo, por todas partes. No parece cosa intencionada, y esa humildad de ceder al azar la hace, como obra de arte, más honda", así AT me sigue sorprendiendo desde una aparente sencillez, que a lo mejor sí, es sencillez, pero que cuenta cosas con la precisión del que lee mucho, anda mucho, y no puede dejar de buscar y de escapar entre, por ejemplo, fotos, "La intensidad de esa mirada, el dolor que adivinamos en ella, la radical soledad, las pocas ganas de devaneo estético, son aquí algo serio y definitivo". Después de leer esto uno busca rápidamente esa foto por internet, y salen varias, pero por las palabras aquí reproducidas y por otras que se quedaron en el libro sabe cuál es, y la miras y vuelves a las líneas que acabas de leer, y allí están, las dos cosas correspondiéndose, el texto con la foto y viceversa. Uno quiere buscar otras palabras, propias, mejores que esas de AT y sonríe, como diciéndose para su coleto "no tienes tú que beber colacao todavía para esto, chaval", que es lo que te decían los mayores de octavo (yo hice el maravilloso EGB) cuando uno todavía iba a tercero, y quería echar unas canastas con ellos y no llegaba al aro ni al tablero, y le miraban sonriéndose, pues con lo pequeños todavía no eran crueles, en sexto y séptimo nadie se atrevía a entrar ni al campo, claro, pues ahí ya podría haber palabras mayores, y no te digo nada si había chicas mirando... Tal vez si AT fuera uno de esos de octavo, diría "no te quedan a ti, chaval, relecturas del Quijote, o del Lazarillo, o de Baroja o de...", y ya metidos en faena de ficción, AT me lo diría dentro de una de esas ilustraciones de Doré, en un sillón rodeado de pequeños seres reales y fantásticos, de libros abiertos y cerrados, ocupando por algunos momentos el lugar de Alonso Quijano soñándose el hidalgo o al revés, sonriendo con la sonrisa de la portada de este libro que tengo yo aquí y ahora, SÍ Y NO, bien peinado, como al descuido pero cuidado, mirando a sus perros, o a unos perros que no son suyos pero que parece conocerlos, sentado tranquilamente, sereno, la mano izquierda suspendida en el aire pues el brazo apoya en el brazo de la silla de madera y tela blanca, que a veces me he encontrado yo en algún lugar donde venden muebles y si no me he sentado poco le ha faltado, y la mano derecha nos la tapan sus piernas cruzadas, ¿Qué libro, revista del Rastro, objeto encontrado en sus diarios sujeta ahí? Acaso no soporte nada, y lo más importante de esa foto sea ese espacio en blanco, en negro, ese misterio, como el cuadro dentro del cuadro Las meninas, del que tampoco sabemos más que fabulaciones, y sea todo tan claro que hacen falta muchos paseos, y miradas, y lecturas para darse cuenta de que al final lo importante en cualquier cosa que nos llame la atención, libro, verso, lienzo, sea algo que nadie sabe lo que es, como lo que hay en esa mano derecha, pero que es lo único que importa.
                                                                               (Sobre el artículo "Un rostro")

lunes, 20 de agosto de 2012

EL VERANO / BODAS (Albert Camus)


          "¿Dónde están las virtudes conquistadoras del espíritu?" se pregunta Albert Camus en este libro con varias partes: El verano, En el mar, Bodas y El Minotauro o Alto de orán. Todas ellas giran en torno a esa pregunta, y parece que él escribía para ser capaz de darle forma a sus intuiciones con vocación de certeza, que hoy, pasado el tiempo preciso para que maduren esas palabras, por fin parecen verdaderas. No creo que AC quisiera dogmatizar sobre nada, sólo desde su circunstancia (siendo muy distinto el camino de los dos, el punto de partida es el mismo en la filosofía de Ortega) intenta hacer una filosofía desprendida y a la vez totalmente volcada en creer en el ser humano.

          "El propio Nietsche las ha enumerado (las virtudes conquistadoras del espíritu): firmeza de carácter, el gusto, el mundo, la clásica felicidad, la dura altivez, la fría frugalidad del sabio", viendo las fotos de AC parece que tuviera un poco de todo esto, y aunque una foto pueda engañarnos, cuando uno ha leído El primer hombre sabe que había alguien especial, comprometido con el bien, que yo no sé lo que es para los demás pero que siento cerca continuamente en los libros del escritor argelino, y no me refiero al sentido maniqueo de la aceptación de un bien y el rechazo de un mal, de la separación prejuiciosa de buenos y malos, es más una actitud ante la vida que tiende al bien sin taparse los ojos, sin rechazar a nadie.

          "Los mitos no tienen vida por sí mismos. Aguardan a que nosotros los encarnemos. Basta que un solo hombre en el mundo responda a su llamada para que nos ofrezca su savia intacta", es difícil decir más con menos sobre la Mitología, y no sólo me refiero a la griega, el hombre vive de leyendas y de mitos, de hecho los tiempos que vivimos son más mediocres porque la mayoría de personas han renunciado a la Mitología y a lo legendario para adorar a becerros de oro a través de una fe en la razón como única luz, por cierto becerros de oro más reales pero más ominosos. Uno lee estas pocas palabras de AC y le gustaría salir corriendo a una librería o a una biblioteca a hacerse con La Odisea o La Ilíada.

          Habla también de sus principios como escritor y los demás (los lectores o la sociedad que le conoce aunque no lo hayan leído): "La idea de que todo escritor escribe por fuerza sobre sí mismo y se pinta en sus libros, es una de esas ideas pueriles que nos legó el Romanticismo", puede ser que esa idea sea en verdad infantiloide y de lectores y escritores que gustan de lo plano, el blanco o negro, y en realidad un escritor debería ser complejo como su propia naturaleza, y moverse entre los escombros de la memoria y el deseo (gracias al escritor Alejandro Tello Peñalva por ese título tan acertado). Sin embargo... "¿Es que acaso hice otra cosa que razonar sobre una idea que encontré en las calles de mi época?", volvemos a su circunstancia, en este libro todo parte de Argelia, Orán, el mar, el Mediterráneo y el choque de todo eso con la grisura de la nueva Europa y el nuevo mundo.

          Continuamente se mueve entre dos ideas para intentar explicar su filosofía: el ser humano, su lucha, su sentido, su relación con los demás... y el Mediterráneo, para disgregarse en sus colores, en su brisa, en hacerse parte de él, desapareciendo y confundiéndose en el paisaje, "Por un breve instante el mar se presenta rosado a un lado, azul al otro. Luego las olas se oscurecen", y aquí ve uno también las palabras sencillas, pero evocadoras, imágenes potentes emergiendo de las palabras como sale un submarino del mar, sacadas del texto total serían como pequeños versos donde cabrían todas nuestras esperanzas, o donde se ahogarían, porque con un mar rosado allá , un mar azul en el otro confín y aquí en la orillla unas olas oscuras que traen un sonido que es masaje para el alma tendríamos todo lo que nos hace falta, no pediríamos nada más. Hay tardes que tenemos la suerte de situarnos en un lugar desde donde podemos observar en el cielo lo que él cuenta del mar; allá en el horizonte donde se va el sol, hay nubes que se deshacen en tonos rosados, y por el lado de oriente predomina el azul oscuro, giras lentamente tu cuello para ver la transición de colores y parece que en ese momento se entiende todo de repente, que es casi como decir, para quitarle la trascendencia que no buscamos, que no se entiende nada (ni falta que hace) y que con esos colores en el cielo nos bastaría, chanclas en los pies, bañador todavía mojado, camisa blanca de lino, y nada más. Lo mismo que cerca del mar cuando las olas se oscurecen y pasaste desde un sol de justicia antes de la siesta a un sol moribundo y hermoso rodando por el otro lado de las montañas al despertar en la arena fresca y cenicienta.

          Con AC el problema es que se pueden subrayar muchas frases en sus libros, será mejor acabar esta entrada del blog con cierta declaración de intenciones, una música de Tino Rossi mezclándose con el sonido de las olas del mar y una foto en blanco y negro del elegante escritor en francés, como escenario para estas sencillas enseñanzas: "No buscamos lecciones, ni la amarga filosofía que se le pide a la grandeza. Fuera del sol, los besos y los perfumes silvestres, todo nos parece fútil".

martes, 14 de agosto de 2012

ÁNGELES O NEÓFITOS (Manuel Vicent)

          "Ahora el Mediterráneo es ya un mar muerto". Y todo lo que tiene algo de Romántico, pero para eso está la música, el teatro, la buena literatura, las buenas historias. Todo lo que tiene algo de Romántico está muerto, y nos hace falta amueblar este mundo recién pintado (gracias Sabina) con algo más. ¿Qué más? Eso lo tiene que descubrir cada uno, con ahínco, intuición y vocación precisamente de ese Romanticismo que no existe, pero del que encontremos tal vez alguna huella, más o menos evidente, que muchas veces no es ni bruma, y merezca la pena esa búsqueda constante.

          "Pieles de plástico flotan en el caldo funerario, excrementos endurecidos por el salitre, preservativos hinchados que son globos de un fin de fiesta, bacterias malvadas que establecen un tiovivo invisible, hongos que hacen nido en las vaginas maternales, espumosos orines que fueron refrescos multinacionales, envases con residuo de pollo, peces con la tripa inflada de petróleo importado". Esto es, verbigracia, el Mediterráneo, nos guste o no, y considero a Vicent como un soñador, pero también uno de nuestros escritores más sinceros y lúcidos. Sólo tienes que ver con los ojos abiertos cualquier playa del litoral mediterráneo español y verás eso y mucho más. Y lo que hace Vicent es, con su forma de escribir más que con la historia que te cuenta, salvar en palabras aquel Mediterráneo que se agotó en el siglo XX y se alimentaba de tragedias griegas, dioses enfurecidos con gentes candorosas, crímenes de sangre a la hora del sol de justicia, barcos cargados de... ¿de qué? de Romanticismo, que es la visión que tenemos de lo que pasó antes de las dos grandes guerras europeas y de la guerra de aquí.

          La historia del libro es una excusa, una ensoñación, un viaje sin salir de un valle cercano a la costa donde ángeles vuelan para escapar de sí mismos y volverse a encontrar por la espalda nuevos, donde neófitos de un nuevo profeta huertano quieren purificarse con ayuno y limpieza del agua sucia del alma. Es un campo de juegos donde Manuel Vicent escribe con una libertad que envidio, que es fácil de envidiar, porque desde un lenguaje estructurado utilizado por el gran costructor de historias que es él, despoja a cada palabra, cada adjetivo emparejado de su sustantivo, cada verbo bienhallado, del lastre, prejuicio, tópico, y nos lo devuelve azul y puro como se ve el Mediterráneo desde lejos, para inocularnos una filosofía huertana, agreste, desnuda, sencilla, despojada de piedras en la mochila que es la conciencia para resucitar otro Mediterráneo distinto del de hoy cada vez que abramos este libro.

          "La tarde tenía esa sensación que se alcanza cuando el paisaje en la última curva del sol toma un reposo fatigado por el calor excesivo de la jornada...", esa sensación, cuando el sol ha dejado de quemar, y viene una brisa que trae el momento donde se comprende todo de una vez y que luego olvidas, se pasa, sabes que justo cuando el sol se escondía detrás de las casas bajas del pueblo costero y el mar se serenaba tuviste un momento de lucidez comprensiva, cuando no merecía la pena juzgar a nadie ni a nada, ni siquiera la porquería que traía el periódico por la mañana empañaba esos minutos delante del Mediterráneo.

miércoles, 8 de agosto de 2012

VIDA DE ESTE CAPITÁN (Alonso de Contreras)

           
          Como tantos otros, este libro, esta lectura, se debe a una encendida patente de Arturo Pérez-Reverte, prologuista de la edición que he disfrutado yo, a cargo de su amigo Javier Marías; "Buena parte de su vida transcurrió en el Mediterráneo, y casi toda sobre las armas", parece que está todo dicho en estas palabras, Mediterráneo y armas, aunque sigue y le seguimos sin parpadear; "documento extraordinario sobre aquel espacio ambiguo e impreciso que fue el Mare Nostrum: frontera móvil de aventura, horror y prosperidad, patio trasero de Oriente y Occidente donde se conocía todo el mundo, recinto interior de potencias ribereñas que allí ajustaron sus cuentas, mezclaron carne, acero, sangres y lenguas, renegando, negociando y al mismo tiempo combatiendo entre sí con la tenacidad memoriosa, mestiza, cruel, de las viejas razas",  más palabras importantes, porque importan de AP-R sobre unas memorias, unas vivencias, que son como tiros de arcabuz; "Escandalizarse, aplicando a todo esto valores morales del siglo XXI, está de más. O resulta ridículo", algo muy propio de nuestra época.

          Este libro cuenta con dos prólogos, el de AP-R y otro de Ortega y Gasset, recuperado aquí de otra edición correspondiente al año 1943,que dice de Vida de este capitán: "documento clásico donde absorben su información cuantos quieren describir el tipo de soldado que abrumó la vida de Europa durante la primera mitad del siglo XVII".

          Siendo los dos prólogos importantes, el de Pérez-Reverte es más acertado desde mi visión de lector. No es que el de Ortega sea malo (el que emborrona este blog siempre le estará agradecido a Ortega por los artículos de El Espectador), ni mucho menos, pero es demasiado extenso, ya que más que un prólogo parece un resumen del libro, y a mí los prólogos que ,de por sí, me cuestan, se me ha hecho muy pesado el del filósofo español, aunque entiendo que cuando salió la edición del 43 fuese necesario una explicación ya que no era conocido el soldado Contreras, pero creo que los prologuistas deberían saber que ellos son meros prendedores de la obra en el lector, no los protagonistas, la obra la escribió otra persona.

          Y ahora sí empieza lo bueno, hoy que pensábamos que Juego de Tronos, El Señor de los anillos, Matrix y otras hierbas eran el novamás viene Javier Marías y recupera una parte de nuestra Historia que nunca jamás nos han enseñado en el colegio ni en el instituto, huérfanos de aventuras reales, en frases sencillas hilvanadas a través de una vida sin mirar adelante ni atrás; "Víneme a Madrid, vi a mi madre y pedíla su bendición, y con ella me partí para Barcelona y allí me embarqué en un bajel cargado de paños y llegué a Palermo en diez días", es curioso lo parecida que es esta breve narración de hechos con lo que escribe un niño cuando inventa un cuento o una historieta, y no se crea es por desprestigiar a Alonso, todo lo contrario, que muchas veces los adornos y el barroco de cartón piedra es lo bostezante y sobrante y lastre de la llamada literatura, por parte de muchos entendidos en materia y poco en emoción lectora.

          Me gustan las películas del Oeste, pero es que este libro llega hasta ahí; "No tuvo tanta dicha en cogerme, aunque me hizo retratar y poner en diferentes partes de Levante y Berbería, para que si me cogiesen le avisasen estos retratos". Y es que todo lo que hemos visto en la ficción y en la ciencia-ficción se ve desbordado por los recuerdos intensos y como si nada de Alonso.

          También he crecido en un país donde hunos y otros nos han privado de conocer Nuestra Historia de verdad, por eso este libro hemos de valorarlo, mucho, porque de manera sencilla te explica alguien que estuvo allí cómo fue la película, "llegó al puerto un galeón catalán que venía de Alejandría cargado de ricas mercadurías para España", cuántas bocas callas, cuántas columnas de opinión borras con estas palabras, catalán y español, mejor no se puede decir y sin ánimo de nada, escribe como habla, naturalmente, un galeón catalán para España, ay Alonso si hubieras conocido la televisión y hubieras tenido que ver cuántos personajes de corbata y tafilete se comen los mocos hablando de las patrias, gente menuda al lado de tus gigantes y abrasadoras palabras, que echan luz sobre qué significaba España y Cataluña, para el que las rondaba continuamente, y que por moverse por todo el Mediterráneo les daba su valor a cada una.

Y no crean vuesasmercedes que aquí sólo hay historietas de espadachines, que ni son historietas estas verdades como puños, ni espadachín es Alonso que es soldado valiente y también enamoradizo y defensor de su honra, que sabiendo que le engañaba una mujer con un amigo suyo que pronto dejó de serlo; pasen y vean "yo, que no dormía, procuré andar al descuido con cuidado, hasta que su fortuna los trajo a que los cogí juntos una mañana y se murieron", otra vez una capacidad asombrosa de síntesis e ingenio, que no sé hasta que punto sabía el autor de esas cualidades, o es que su picardía y viveza por saber madrugar pronto se traslucían luego en lo demás. La capacidad de asombro no hace falta pensarse para quien ha vivido, la cuestión es que cuántas películas nos hemos perdido, pero hacer cine histórico en España parece prohibido. Me quedo con ese andar al descuido con cuidado, y también esotro de se murieron, simple forma de ver las cosas, y es que no podía pasar otra cosa es lo que nos quiere decir.

          También fue ermitaño, "compré los instrumentos para un ermitaño: cilicio y disciplinas y sayal que hacer un saco, un reloj de sol, muchos libros de penitencia, simientes y una calavera y un azadoncito", me llama la atención todo, porque es curioso ser testigo hoy en el atolondrado año 2012, ver cómo un soldado que se partía el pecho a cada paso, se fuera al monte a rezar, pero sobre todo lo del azadoncito, la forma en que lo dice, en que lo escribe, en diminutivo, con el -ito, hoy que tanto se utiliza el -ito para todo, en el libro lo utiliza poco pero muy al punto. 

          Cuando uno se queja hoy de problemas cotidianos, leer esto te hace relativizar mucho las cosas, y es que ni en el monte estuvo tranquilo: "Más de que llegaron con tanta prevención, como si fuera un castillo lo que habían de ganar, y llegándose a mí, que estaba con un rosario en la mano y un cayado en la otra, me agarraron y prendieron y al punto me ataron las manos atrás y pusieron un par de grillos en los pies, con el mayor contento, como si hubieran ganado una ciudad muy fuerte". Todo esto fue por una confusión en la que cayeron acerca de él, pues pensaban que era agitador y rey de los moriscos, y habiendo leyendo el libro de cabo a rabo, sé que no son fruto de la altivez ni de la soberbia estas palabras, tal vez orgullo, pero con media sonrisa y que va de verdad, pues sabían de lo que era capaz el valiente.
       
          Y cómo no, hasta con la Inquisición topó nuestro amigo Alonso, "me llevaron a la calle de las Fuentes y metieron en una sala muy entapizada, donde había una mesa con dos velas y un Cristo y tintero y salvadera con papel; allí cerca un potro, que no me holgué de verlo, y estaba el verdugo y el Alcalde y escribano", tal cual nos lo imaginábamos, nos lo pinta, que da miedo, pero esta vez de verdad, porque le pasó a él, así que pensándolo bien creo que es mejor que no hagan ninguna película sobre este libro, la iban a cagar, nadie puede representarnos mejor que Alonso en tan pocas palabras el escenario inquisitorial, imagínense vuesasmercedes a Blanca Portillo sacada de Alatriste, siendo uno de los personajes en esta escena, pues que más que terror risa nos causaría.

          Muchas más cosas subrayé de mi jugosa lectura sobre Alonso de Contreras, nacido en la muy noble villa de Madrid a 6 de enero de 1582, pero quien quiera más, que corra a la librería, porque afortunadamente no hay película de esto, aunque miento, que creo que sí la hay, pero si no nos la recetó que yo recuerde Pérez-Reverte, no sé cómo saldrá parado Alonso. 
          Hábito de San Juan, envenenamientos, viaje a las Indias, huésped de Lope de Vega, audiencias con el rey, con el Papa, y lo mejor lo he dejado donde mejor está: en sus páginas, pues aventuras, abordajes, lances de espada las encontrarán a punta de pala vuesasmercedes en este libro, documento asombroso para toda mi generación, a la cual nos contaron una Historia de España muy distinta de cómo la vio el soldado Alonso de Contreras. Gracias Capitán.

          

viernes, 27 de julio de 2012

TRILOGÍA DE MADRID 03/ Los cuerpos gloriosos (Francisco Umbral)

       
          En una entrevista que le hace Sánchez-Dragó en el extinto programa Negro Sobre Blanco, sale a relucir lo que en tantas otras sobre tantos otros escritores de prosa lírica: los principos poéticos del escritor, "Me queda el recuerdo de sus cestas de dátiles, como una cesta de besos", cuenta Umbral aquí, aunque no creo que le gustara que se dijese de él que aquí contaba nada, mejor diré que, esta poesía encerrada en la prosa literaturiza el papel de la Trilogía de Madrid.

          "Rafael Alberti vino después, sí, claro, mucho después, cuando ya la Historia, como he dicho, había hecho su relevo de armas y su cambio de centinelas entre Madrid y El Pardo, entre Madrid y El Escorial, entre Madrid y La Zarzuela, entre Madrid y Cuelgamuros", así literaturiza, también, en pocas líneas, el paso de Franco a lo que vino después, parece fácil... No, esto es alguien que estuvo en la calle tragando papel de periódico, emborrachándose de tinta de periódico, comprendiendo, asimilando todo, más las lecturas. Ahí está parte de nuestra compleja Historia de transición, en pocas palabras, genialmente condensadas en imágenes poéticas, claras, como fotos lúcidas, explicando las vueltas y los regresos a las Españas de los Albertis, las Dolores Ubarruris y los cambios de centinela, del de occidente a otros. Otros.
          Y esto me hace preguntarme si no será uno más de los pecados de Umbral que lo hace incomprensible al resto de lectores, el hablar de personas, sitios, hechos, como periodista demasiado del momento. A ver si me explico: pongamos por ejemplo una leyenda de Toledo. Suelen estar escritas en el XIX, o en los años primeros del XX, que también son XIX o decimonónicos. Hablan de caballeros medievales, o personajes pintados por El Greco, o sargentos napoleónicos, y cuando las lees de Bécquer o te las cuenta alguien con el romanticismo en las venas, te crees al personaje, conoces al personaje. Y sin embargo cuántos personajes que salen por aquí caminando en las páginas de esta Trilogía de Madrid, siendo tan cercanos en el tiempo nos son ajenos (a no ser que tengas internet cerca y te vayas informando como el menda). Y claro el Romanticismo con su crudeza madrileño/macarra/dandy que quiere imprimir no casan, no son casanderas, así que Umbral es romántico, pero no escribe como los románticos, le mata y le salva el periodismo, porque Bécquer ya está inventado, nacido, escrito, y muerto prematuramente pero para los siglos de los siglos.

          El cinismo o Umbral, el juego no entendido del escritor que coge a personas y las convierte en papel, "disociar el mundo real del mundo escrito, pasa en quien escribe mucho. El ente escrito, aunque esté recién tomado de la realidad, es ya asunto de la prosa, no de la vida, de modo que puedo saludar conmovido hasta las lágrimas a quien acabo de insultar en letra impresa", el mundo no entendió a Umbral, pero tampoco él entendió al mundo, no comprendía que la gente se enfadara por lo que él escribía de ellos, pero luego guardó rencor hasta su muerte a todos los que no le reconocieron enseguida o no le alababan sus cuentos, columnas o libros. Y eso es hacer trampa. No puedes hacer creer que te da igual que te lean en la posteridad y luego tener un odio sempiterno (por utilizar sus términos) a quien no te aplaude, "la literatura es un tocado que se ponen las grandes damas [...] Simplemente puede ocurrir que, un día, el tocado, la obra, la literatura, el hombre y el nombre, el escritor, vaya a parar a la sombrerera que no es, o su libro entre los libros del desván, por error. Y ahí termina todo. Mejor así". ¿Por error? ¿Mejor así? infantilismo agudo, pero estos pecados se le perdonan y son simpáticos, porque Francisco Umbral era así. Y quien no entienda esto, nunca va a disfrutar de sus páginas como olas de mares donde merece la pena, siempre, bañarse.

          Una de cine pero no de romanos, sobre Luis García Berlanga, "descubrí esa manera de hacer el cine que tiene Luis, como con desgana, esa blanda energía con que manje a la gente, en el trabajo como en la vida", eso mismo pensé yo viendo El Faro de Alejandría, programa del Dragó, junto a Amparo Soler Leal y Juan Diego, charlando los cuatro sobre la película recién estrenada entonces París-Tombuctú, donde falsamente parece distraído y sí, como con esa desgana, blanda energía, que tan bien adjetiva Umbral, y... "y quizá lo confiaba todo, luego, a los milagros del montaje. En el montaje es donde el cineasta  se torna escultor, pintor y escritor. Sobre una materia dada, el celuloide o lo que sea, compone un tiempo narrativo, como un escritor, arquitectura una armazón de imágenes, como un escultor, contrapone sentimientos a colores, colores a otros colores, como un pintor", maravilloso desgrane umbraliano sobre el método del director de cine, donde toman forma las artes para hacer el arte nuevo del siglo XX, que luego explicó Berlanga como el complejo de dios en pequeño, de creador chapucero de universos complementándose, y sigue Umbral: "En ese escribir a oscuras, sólo con imágenes, en la sala de montaje, está lo más literario del hombre que hace cine. Lo más literario y lo casi medieval, monacal, monasterial, del oficio", así que este era el secreto mejor guardado del genio sinvergüenza (aquí la palabra sinvergüenza es donde más a gusto la utilizo, que no tiene nada que ver con la otra clase de sinvergüenzas), y esto es lo que explica su actitud desganada, en el programa del Dragó, donde parecía no darse por aludido de lo que allí se decía sobre él, porque todo lo que allí se habló fue sobre su universo de celuloide, y sin embargo no dejaba de tomar notas, nos ha jodido, que qué bien disimulo eh Amparo, tú pregunta Dragó, que todo me sirve aunque parezca que vengo aquí como a regañadientes... "La última de las bellas artes, el arte de nuestro siglo, tiene, así, mucho de libro medieval iluminado, de texto enriquecido por la marginalia", la marginalia tanto sirve para denominar los manuscritos ilustrados medievales como para designar las notas, glosas y comentarios editoriales hechos al margen, y aquí es donde el escritor, Umbral, que empieza de forma chapucera a crear sus universos literarios, lo mismo que Berlanga con los suyos del cine, terminan brillantemente un párrafo, una escena, con este marginalia como ejemplo del trabajo, de la artesanía, del arte, de la última de las bellas artes, para entenderlo perfectamente pero desde el juego literario, único de la prosa de Umbral, anárquico y brillante del montaje de Berlanga.

          Me gusta la parte del libro que habla de las dos personas que fueron sus mentores, sus impulsores, la tabla de Robinson que todos necesitamos en el momento de la duda, del naufragio, esa mano en el precipicio, la misma que abre puerta a luces antes no vistas; a saber: Fernando Lázaro Carreter y Francisco Yndurain, "Fernando, aparte de un sabio, es un hombre que he conocido a tiempo", he conocido a tiempo, ¿qué tiempo?, sobre todo el de Umbral, "estaba yo de vuelta de dos pasiones: la pasión del decir cosas y la pasión de vivir. Fernando me descubrió que la literatura vale por sí misma, que la literatura es generadora de contenidos, como me gusta decir a mí", vuelve a defender la literatura por encima de todas las cosas, ideologías, religiones, "Fernando Lázaro vino a poner argumentación y abrir caminos a mi vieja y secreta convicción de que escribir es escribir", sólo por estas 20 palabras juntadas, ni dos docenas, y algunas repetidas, colocadas tan bien, merece la pena leer este libro, quien abre caminos con su ímpetu a viejas convicciones de uno, ya está encima de un pedestal de nuestro santoral laico particular, "y no me ha abandonado nunca la sombra atenta, larga y crítica de Fernando Yndurain, que le dio seguridad a mi insegura juventud y me garantizó también, con su sobriedad entre erudita y cordial, el poder y el valor de la palabra como valor de uso y valor de cambio", aquí vemos una especie de maestro un poco medieval, un poco romántico, un poco aséptico, con vocación medieval otra vez digo, o eso me llega a mí, "la palabra vale para usarla y vale para intercambiarla por otras palabras. A este intercambio es, sencillamente, a lo que llamamos cultura".

          "Ángel fieramente humano es , sin duda, el libro más importante de cuarenta años de represión, años en que sólo la poesía era o parecía más libre que otros géneros", descubrí tarde a Blas de Otero en aquellas tardes de Illescas, cuando a la salida del colegio no tenía que corregir exámenes y me gustaba perderme en los dos o tres pasillos de la breve pero necesaria biblioteca de pueblo nuevo para mí, con su soledad, sus cielos de serenidad azul y de rojo acuarela barata y por tanto más valorada, hundiéndose con el sol allá, cuando salía de la biblioteca, y de nuevo la soledad del piso me pedía la lectura como vicio/necesidad, "y por eso de la libertad, en la poesía se experimentaba, y Blas luchó siempre con su verbo, hizo levantamiento de piedras -era vasco-, con las palabras, y le dio al castellano la violencia y la austeridad de su raza original no romanizada", lo descubrí tarde aunque con Blas de Otero creo que nunca puede ser tarde, no es verdad lo que se dice que las lecturas más importantes son las de los primero años de lector, como mucho hasta los 16 ó 18 años. Siendo importantes, también más allá de esa edad hay que cultivar la capacidad de emocionarse, no histrionizar ni engañarse, pero ver dónde hay palabras como las de Blas de Otero para poder mirar el cielo en La sagra, en Illescas, y ver en el azul último de la tarde la libertad que agitaban sus palabras.  

jueves, 26 de julio de 2012

TRILOGÍA DE MADRID 02/ Los alucinados (Francisco Umbral)

          A fuerza de ser borde es entrañable, a fuerza de ser antipático nos cae simpático, en sus letras... y sin embargo fuera de sus páginas cuánto daño le hizo el minuto y medio de televisión con la Milá, he venido a hablar de mi libro, he venido a hablar de mi libro, qué quieres decir de tu libro, y la cámara del cámara gracioso y oportuno enfocando al público despichándose, el público que no se había leído ningún libro de Umbral, el público que se ha quedado, que nos hemos quedado con la imagen de un hombre vestido a la antigua, creyéndose dandy cuando ya se había pasado eso, un muñeco de cera escapado del Museo de Cera de Madrid, la mirada triste, perdida y ciega, una estatua viviente, creándose un personaje que le hizo mal a sus propios libros, que son buenos.
          Cuántas horas de lecturas: Torres Villarroel, Quevedo, Larra, su queridísimo Valle-Inclán, cómo le gustaba llamarle Valle, Lorca, Cela, Miguel Hernández, "los grandes escandalosos de la literatura española". Cuántas horas delante de su Olivetti, a lomos de la Olivetti, como barca de capitán Ahab, contra todo y contra todos, hasta cuando escribía bien de alguien.
Todo perdido por ese minuto y medio, y en el fondo... qué buen escritor. Desde esta celda imaginaria, celda de Castillo de If virtual, quiero brindar imaginariamente con tinto vino peleón y un trozo de tortilla, también imaginado, en esos barrios imaginados junto a Lola Machado, y allá en el fondo del horizonte madrileño, por la tarde, cuando el cielo de Madrid iba adquiriendo "el color homérico del vino", brindar por esta trilogía indivisible de los madriles del Umbral.

          Que más da que hoy las miles de páginas de papel ardan por un minuto y medio de risa floja frente a youtube. Ahí están los libros, rotundos, gratis en las bibliotecas (es increíble la cantidad de volúmenes umbralianos que pueblan el poblado añejo de las estanterías públicas).

          Yo no quiero descubrir a Umbral, se descubre solo, él solo, y un lector solo también, en su soledad de soledades construía, o divagaba, o jugaba, yo qué sé cómo lo hacía pero era un inventor chapucero del momento genial. Chapucero por su desparpajo, por su probar y probar, jugando con las palabras, chapuzas entrañables, chapuzones en los mares del castellano.

          "La manera natural de pensar (de no pensar) es escribir, y de ahí la virtud salvífica de las lenguas, que son de fuego no por ningún privilegio apostólico o cristológico, sino porque el hombre que escribe se realiza incluso físicamente (se escribe con todo el cuerpo), mientras que el hombre que piensa o cree pensar, no hace sino tejer para sí mismo una trampa para su elefante interior".
          Es muy generoso (es generoso Umbral) escribir esto, da todo en cada libro, más allá de que sea bueno o malo (arriba yo mismo he puesto erróneamente que sus libros son buenos), lo que salva a Umbral es poner en negro sobre blanco todos los retorcimientos de recuerdos, deseos, con un sedimento verdadero que parece verdad y que no sabemos si son verdad, pero intuimos dónde está la verdad de sus libros.

          "Partir no del pensamiento propio, sino del lenguaje general, de un idioma, es, aparte un acto de humildad intelectual, un camino seguro para tejer algo con un hilo del tupido tapiz de los saberes y pensamientos que, referidos al idioma, llamamos etimologías. Mi estilismo era entonces y ha sido toda la vida, no un esteticismo, como creerían los críticos que se mueven entre la solapa del libro y la solapa con fideos de su chaqueta, corto espacio mental, sino un humilde acogimiento a lo que está bellamente codificado".
          Hoy en múltiples actos culturales emborronan carteles, y dicen hasta la náusea, lo de Borges que se sentía más orgulloso de los libros que leyó que de los que escribió. Aquí Umbral está diciendo lo mismo, mejor dicho, más a un estilo de De la Serna.

          Es entrañable (otra vez) cuando habla de su cuarto, cubículo madrileño de lecturas, de escapatoria en la propia celda (otra vez la palabra celda a relucir), generoso en hablar de las fuentes en las que saciaba su sed lectora, sus lecturas como agua fresca de fuente de calle vieja, de piedras viejas, cayendo en su mente, refrescándose en las palabras viejas despojándolas del tiempo que son las que más refrescan y agitan nuestra soledad secarral: "Como único tapiz del cuarto/monasterio, el idioma, los mil hilos del castellano, hilo femenino y grato de Teresa - <<estando yo enemiguísima de ser monja...>> -, hilo de oro oscuro de don Francisco de Quevedo, gran señor de todas las germanías, hilos barrocos y brillantes de Vélez, de Rojas, de Torres, hilo romántico y sangriento de Larra, hilo bordado y desgarrado de Valle, hilo rizado de Ramón".

          Lo más importante y lo más difícil de tener o conseguir era el carisma, cualidad esquiva y huidiza cuanto más se busca: "El carisma es esa aureola de los santos que uno gana en vida mediante los pecados profesionales, personales y políticos. [...] Yo sabía cómo conseguir el trabajo, el dinero, la profesionalidad, cierto renombre interno al oficio. Pero el carisma ¿cómo se conseguía? Me imaginaba sin carisma por siempre, opaco y tenaz, laborioso y marengo para toda la vida, echando mi propia sombra sobre todo lo que escribiera. Y yo lo que soñaba era el carisma como una aureola de santo del Infierno...".
          No sé. El carisma estaría valorado antes de los ochenta, justo antes de la edición de este libro, pero hoy el carisma es un periodista sin título con un micrófono rojo en la mano, un concursante de un concurso de entrar en una casa y no hacer nada por sí mismo sino para el escaparate hacia los demás, de gentes y gentes que por haber pasado la puerta roja de la fama que tan bien explicara con esta metáfora el hoy aburrido Boris Izaguirre, son ya nada más que eso: fama y carisma de todo a cien, de todo a un euro, el carisma que tan ansiadamente buscaba Francisco Umbral posiblemente lo encontrara en la soledad del cuarto/monacato/fiesta del lector empedernido, silencioso, opaco y tenaz que en un cubículo parecido al del escritor, encontrara otro hilo color plata sucia más del castellano, sí la suya, Don Francisco, si me permite, la literatura en plata y mugre y que el tiempo, y sólo el sabio tiempo, pondrá en su sitio de pedestal, más allá de aduladores o despichantes por aquel minuto y medio, que ahora a mí, hacen que me ría de aquel público que se despichaba. Aunque más bien no, que se fastidien los que se ríen, sólo puedo sonreír tristemente por todas las páginas que se van a perder de un carisma laborioso y marengo, argento y claro, madrileño y turbio. Bendito sea Francisco Umbral.

lunes, 16 de julio de 2012

ZALACAÍN EL AVENTURERO (Pío Baroja)

        
          Muchos estudiantes de secundaria van a tener que leer El árbol de la ciencia, o no leerlo y pedir prestado el trabajo que les manden en el instituto, o buscar algo así por internet para presentar en clase. Y cuánto se van a perder... si se queda ahí la cosa con Baroja. Es significativo que dos autores españoles tan distintos, Benjamín Prado y Francisco Umbral juzguen tan a la ligera a Baroja. Uno, Benjamín, en Mala gente que camina nos lo presenta como alguien oscuro que estuvo de acuerdo con Franco (no es Benjamín directamente, es un personaje de la novela, aunque no tengo tan claro si es coincidente), y el otro, Umbral, sólo le faltó pedir que se quemaran los libros en una plaza. Además interpreta un tipo de literatura como galdobarojiano, que yo no sé si academicamente esto es así, es decir, que se pueda sintetizar una categoría literaria por su parecido como galdobarojiana, pero como lector no lo encuentro. Tal vez el estudio frío de ambas prosas, pueda dar lugar a decir con una grave condescendencia: son realismo, puro y duro. Bien. No me interersa esto nada. Si quisiera leer o estudiar teoría de la literatura, el metalenguaje y otras hierbas, no iría a la biblioteca a buscar lecturas, iría a buscar teorías.

          Me gustan los dos. Me refiero a Umbral y a Prado. Y también a Galdós y Baroja. Los cuatro. Pero me gustan los dos primeros cuando escriben sin hacer juicios gratuitos de valor. ¿Qué puede que tengan razón en ellos? vale, pues la razón para ellos, pero sería lamentable que un chico de 16, 20 o 25 años por leer en uno que Baroja era un no sé qué ideológico, y en otro que es que lo de Baroja no es literatura, se pierdan libros como este Zalacaín El Aventurero, entreverado con las guerras carlistas en el norte, o ellas como vetas cruzando por él, sin solemnidades y con mucho saber de lo que se escribe, y por cierto muy crítico con los carlistas, sobre todo poniendo en relieve constantemente la mediocridad de los jefes. Al final este libro, sí, es un libro de aventuras como promete el título. Y algo más, pero para eso hay que leerlo, para meterte en un pueblo oscuro con gentes oscuras tabernarias con el cielo gris, y entre toda esa grisura ver brillar como la pequeñísima parte de una moneda enterrada en tierra, a Zalacaín El aventurero.

jueves, 12 de julio de 2012

TRILOGÍA DE MADRID 01/ Los Tranvías (Francisco Umbral)

          Hay momentos cada día, todos los días, que andando por la calle, subiendo unas escaleras, trabajando o en el coche se le ocurren a uno ideas que le gustaría escribir pero no puede, no lleva papel, ni bolígrafo, va conduciendo, y se fastidia porque esa idea, que para el resto del mundo puede equivaler a un papel sucio y tirado que envolvía una hamburguesa y ahora adorna una cuneta de carretera autovía, para uno, esa idea es parte imprescindible en la literatura universal, de hecho, que no pueda escribirla lo considera una catástrofe, como papiro que se quemara para siempre de la biblioteca de Alejandría, pavesa que ves perderse más allá de la luna del coche y que jamás vuelve en la forma que debería ser escrita, cuando llegas a casa a por papel y bolígrafo las musas se están cepillando a otro. Umbral, Francisco Umbral, tiene la capacidad de poder escribir de corrido y bien engarzadas esas ideas, no produciendo más que literatura. Esa es la parte buena. La parte mala es su juicio y prejuicio, que empezó en nada y poco a poco fue todo, ordinario y muchas veces de órdago sin reyes ni treinta y una, cuando Baroja siempre te gana con tres ases a los pares, porque tú llevas dos reyes y un caballo, y en los pares, te gana. Y a veces con la real, de postre.

          "El creador más radiclamente creador no es sino un intérprete afortunado, un virtuoso del instrumento que le esperaba: paleta, música o idioma. [...] 
          Lo que pulsa Quevedo no son sus temas, sino ese instrumento, ese aristón enorme y delicado que es el castellano."

   

sábado, 7 de julio de 2012

LA LUZ DEL GUERNICA (Baltasar Magro)

          Junio de 2011. Madrid. Parque de El Retiro. Feria del libro. Paseo mirando libros. Hace tiempo que la feria de "libros nuevos o novedades editoriales" no me entusiasma como lo hacía al principio de visitarla hace algunos años, sobre todo después de conocer el libro de viejo, o de lance o antiguo. Voy llegando al final de las casetas por la parte norte y me paro en medio de la calzada de la feria, a punto de irme, cuando me fijo en un hombre con la mirada entre seria y escéptica, tranquila, sin ansiedad, me suena la cara, es el hombre del Informe Semanal, el que luego haría también un programa de entrevistas, y recuerdo especialmente la realizada a José Luis Sampedro (BM preguntaba al sabio: "¿Qué le queda a usted por hacer", a lo que contestaba JLS: "morirme"). Desde que leí La Sonrisa Etrusca admiraba a Sampedro, luego me gustó mucho también el libro de conversaciones entre él y Valentín Fuster La Ciencia y La Vida, sobre la vida y la muerte, la memoria y el futuro, la educación y nuestra sociedad, el corazón físico y el corazón pasional enorme de los dos...
Sin embargo en el junio del año pasado yo no sabía que BM era escritor, y si por una parte había algo que tiraba de mí hacia la caseta donde se encontraba firmando libros, por otra nunca me ha gustado adular a alguien conocido por el mero hecho de serlo, cosa que tampoco era cierta en él ya que su discreta fama se debía a actividades con cimientos intelectuales... pero no era suficiente, no hubiese actuado con honestidad acercándome sin haber leído ninguno de sus libros.

          Pasó el tiempo. Gracias a internet supe de sus libros, de su intervención en cuarto milenio hablando del creador de ingenios y no artificios, y busqué algo que leer de él. Así fueron pasando por mis manos y mi imaginación La hora de Quevedo, El Círculo de Juanelo, En el corazón de la ciudad levítica... Es decir que estuve en La Mancha en los días finales del excesivo y genial poeta, en el Toledo de Covarrubias o Turriano y hasta me hice pasar por Giacomo Casanova cerca de san Juan de los Reyes.

          Entre todo eso me registré en una red social muy conocida un poco a regañadientes, pues me molestaba tener que estar pendiente de algo en lo que no creía. Por contra, gracias a eso me di cuenta de que alguien había colocado en el muro de BM de dicha red social los comentarios de mi blog que hacían referencia a sus libros.

          Y llegó la siguiente feria del libro de Madrid. Junio de 2012. Un Domingo nos llamaron unos familiares que si íbamos a Madrid a ver libros y tal. No teníamos muchas ganas, pero hicimos un esfuerzo y para allá que fuimos. No había visto cuándo firmaban los autores que me interesaban, y por tanto no tenía ni idea de quién firmaba. Cuando entre la multitud, allí estaba: BM firmando su nueva novela de la cual había visto el vídeo de promoción donde el autor habla de la obra y visita el museo Picasso de Barcelona. Y lo compré y hablé con él, y me lo firmó y me puso una dedicatoria que no olvidaré nunca.

          El Guernica es un cuadro sobre el cual siempre había tenido mis reticencias. Por una parte me asombraba el poder de atracción que ejercía sobre mí cuando iba a verlo, pero por otra veía una utilización política del mismo desde que tenía uso de razón. Era como una obra "que había que ver obligatoriamente", y yo las cosas obligatorias las llevo mal, muy mal. Es como la sala del Museo del Prado donde cuelga El Jardín de las delicias. Siempre había una muralla de gentes mirándolo, y un día me fijé un poco a hurtadillas si esas gentes luego se quedaban más de un minuto, en la misma sala, observando El Carro del heno o La Adoración de los Reyes Magos del mismo autor, El triunfo de la muerte de Brueghel el Viejo, o La Laguna Estigia de Patinir... y no, la mayoría ni un minuto ni más segundos de los que se tarda en ir paseando por delante, como cuando en un buffet libre la gente pasa delante de bandejas y no sabe que coger, qué consumir.

          Fiándome de BM, visité dos días el cuadro y todo lo que lo rodea en el Reina Sofía: Vídeos sobre la Guerra Civil de la Filmoteca Nacional, la película documental de Basilio Martín Patino Canciones para después de una guerra, las obras de Picasso de justo antes y justo después de pintar El Guernica... y ya no sé si me dejé arrastrar por el libro de BM o si realmente me empezó a impresonar sinceramente el lienzo, pero no había vuelta atrás, cuando lo miraba fija y obsesivamente, y lo recorría una y otra vez en su propio movimiento o me quedaba pensando en la flor esa que surge de la empuñadura del guerrero y fabulaba yo sobre el significado de todo eso... vi que no, que el paso estaba dado.

          El primer riesgo y también acierto del libro es la inclusión de dos ilustraciones en su interior: El Guernica entre la parte interior de la portada y la guarda; y Los desatres de la guerra de Rubens en el mismo sitio pero al final. Y creo que es un riesgo porque une definitivamente a los dos cuadros, y también un acierto porque para mí ha sido importante esa relación. Dicen que todas las obras, las canciones, los libros,  los cuadros, no deberían tener explicación, que deberían sugerir o decir directamente un mensaje, algo, lo que sea... pero es que en el caso de El Guernica podríamos decir que sí pero no. Sí porque el cuador mismo sin información adicional de ningún tipo es ya "una descarga de blancos, un relámpago, un estrépito" pero también no, porque es un encargo, porque tiene un motivo y porque Picasso tuvo una gran presión durante la gestación y realización del mismo, y él era alguien por lo que se ve en la novela muy libre en su forma de vida y en su forma de crear. Y todo lo que rodeó el proceso de creación influyó de una manera u otra en su composición final. Sólo hay que ver en el libro Guernica de Juan Larrea qué diferente fue el primer amago de composición estructurada y el cuadro que vemos hoy para darse cuenta de la importancia de lo que decimos.

          En el libro La Luz del Guernica BM vuelve a meterse en la piel de alguien del pasado como hizo con Quevedo o con el Caballero de Seingalt, dejándote una sensación de facilidad en el intento, pues el lector mismo se convierte en Picasso allá en el granero de Grands-Augustins, en su incomodidad al agacharse o en su ensimismamiento ante la brújula abierta que un pasajero se dejó en el tren donde también iba Picasso y cuyas vidas se bifurcarían y discurrirían de modo tan distinto.

          "El arte pictórico, en su mayoría encuadrado en un espacio rectangular, condensa un poema expresado con palabras pintadas, como comentó nuestro querido Paul Éluard con gran acierto. Cada persona debe intentar descifrar esas palabras, leer y descubrir lo que transmiten las imágenes con sus propias experiencias, y es aceptable cualquier lectura" dice Picasso en el libro. Parece que nos hace falta leer esto a BM disfrazado de Picasso para dormir tranquilos ante nuestra lectura subjetiva de esto o aquello, de no seguir al rebaño en opiniones ni gustos, o sí pero cuando creamos de verdad hacerlo. Cuando digo disfrazado me refiero al disfraz del teatro, que por eso vamos a verlo. Sabemos que es mentira, pero el arte es cuando te lo crees por obra, gracia y sacrificio del artista.

viernes, 6 de julio de 2012

TRISTANA (Benito Pérez Galdós)

     Empieza cómicamente el libro describiendo al peculiar Don Lope Garrido como si fuera un Don Quijote del XIX, y tal vez por una casualidad o porque ésta rara vez exista, Fernando Rey interpreta al hidalgo manchego junto a Sancho Landa, y también hace de Don Lepe bajo las órdenes de Buñuel.
     Lo único que me ha resultado un poco pesado son las cartas entre el señó Juan (Horacio) y Paquita de Rímini (Tristanita), que es cómo se llamaban cariñosa e idealmente los amantes en las cartas; aunque entiendo que BPG retorciese mucho la cursilería epistolaria para que el abrumador desencanto posterior fuese aplastante para el lector.
     Sólo un director como Buñuel pudo haber dejado una película que guardase para todo el futuro por venir la esencia del libro, como si zarandease la novela boca abajo, cribando lo inservible y fijando de forma tan clara en Fernando Rey a Don Lope y en Catherine Deneuve a Tristana, quizá fría o insulsa la actriz en determinados momentos donde Tristana se enciende, pero que en su conjunto es el personaje femenino creado por BPG.
     Por lo demás es incómodo pensar que el alma del caballero español tenga su modelo en Don Lope Garrido y que, al final del libro se vean virtudes de constancia (en mantener todas las comodidades para su hijita) o valentía (cuando aguanta en la habitación todo el tiempo durante la intervención médica), e incluso Galdós transmitiese más allá de las palabras cómo ha de ser un caballero como Dios manda, aunque parezca un muñeco de cera sacado de un baúl antiguo, lleno de telarañas, armaduras y espadas de la época de la Reconquista (que por cierto es con toda esa parafernalia con la que se disfraza Don Quijote).
     Tal vez y finalmente sintiesen algo parecido a la felicidad Don Lope y Tristana, tal vez BPG destapara los sueños del caballero español, como el que abre un arcón de esos que amueblaban los caserones antiguos castellanos, y de ahí surgieran estas páginas. Tal vez.

FLOR DE MAYO (Vicente Blasco Ibáñez)

     Delante del cuadro  "Aún dicen que el pescado es caro" de Joaquín Sorolla comprendes que más allá del afán dramatizador que empleaba Blasco Ibáñez sobre la baja sociedad como agitador social en sus libros, exixtió esa lucha por el pan, también la resignación que hay ante la dureza de sus vidas en las caras de los dos ancianos del cuadro y la actitud del tío Batiste ante la tormenta en el mar que amargamente relata el libro.
     Por el libro pasan las vendedoras de pescado, los tartaneros, los pescadores, las escenas sorollescas a la orilla del mar mediterráneo y valenciano que endulzan un poco el ambiente cargado que describe VBI, nos pinta en sus páginas escenas que acababa de ver en las madrugadas cuando gustaba pasear por allá y descansar del periódico al que dedicaba casi las veinticuatro horas del día, y en esas breves escapadas para airearse miraba el horizonte azul e infinito y respiraba la libertad que sugiere la inmensidad azul y el horizonte divino que llenó de dioses las cabezas de antiguos marineros griegos, romanos, y todas las gentes que habitaron un mar lleno de tragedias. Tragedias que al apartar la mirada del mar y ponerla sobre las gentes que formaban el friso de personajes con las que poblaba sus novelas, allí las tenía, brutales pescadoras viejas que se las sabían todas, jóvenes pescadoras abocadas a una vida de sacrificios por cuatro reales y con la única esperanza de dar con un hombre que nos las tratara demasiado mal, pillos que aprendían todo, desnudos por los roquedales de la escollera buscando caracolas, los que pintaba tal cual los veía Sorolla, los que describía también directamente VBI.
     Después de leer Flor de Mayo, entras en pleno Mediterráneo en la calle General Martínez Campos, en el centro de Madrid, donde vivió la familia del pintor, y te reencuentras con Tonet y Pascualet de niños, la siñá Tona y su Roseta del carabinero huido, te encuentras con los relatos de aquellos amaneceres que le cogieron sin dormir a VBI en las pinceladas gruesas y cogidas a la brisa del mar de JS.

miércoles, 25 de abril de 2012

LAS NUBES POR DENTRO Salón de pasos perdidos IV (Andrés Trapiello)

          He tardado en hacerme con él, y mientras, he tenido algún escarceo con Tristana (entiéndase por escarceo, escarceo), y con mi lectura discontinua del Quijote (es el único libro en el que siempre tengo marcapáginas desde hace algunos años, y cuando lo acabo vuelvo a empezar. Me gusta imaginar que cuanda dejo El Quijote en mi mesita un mes sin tocar, están Sancho y su amo esperándome donde los haya dejado, algo parecido a una pausa en el rodaje de una película, quejándose Sancho de la larga espera bajo una encina, sin más alimento que un poco de queso y la bota de vino casi vacía, y don Quijote amonestándole su poca paciencia: "Casos peores pasó este o aquel caballero ante el mago..."
He dejado al pobre Sancho sufriendo la estricta dieta de tortura que le corresponde como gobernador, qué mal lo pasa. Lo siento, le diría yo a Sancho. "Para pasarlo bien hay que pasarlo mal" le diría su amo).

          Llevo unas pocas páginas de Las nubes por dentro y me he dado cuenta de que seguir las lecturas de estos libros es como ver pasar un año con cada uno. Es cierto que no descubro nada, en cada uno viene el año al que corresponden los textos, pero me refiero a algo más:
          Recuerdo que en el huerto de mi tío siempre hubo un cerezo. Pues bien, ahora, desde la distancia creo que es lo que más me gustaba de todo lo que allí había. Y fue (y seguirá siendo) una parte del paisaje y de nosotros mismos. Recuerdo en el duro invierno conquense cuando, desde la casa, veíamos agitarse sus ramas ante uno de esos vientos que vienen con furia, para después por la tarde, pasado el temporal, tomar un café delante del cerezo, un poco zarandeado, pero tranquilo como el resto de familiares, mirándolo de vez en cuando como diciéndole: "¿todavía estás ahí? buen chico, has aguantado como un valiente". En primavera las lluvias finas, extrañamente lentas, como si el agua jugara a quedarse un poco suspendida en el aire; después el olor a tierra mojada acompañándonos durante el paseo que solíamos dar por la tarde. Casi se veía sonreír al cerezo y al resto de árboles, en sus hojas el brillo del sol que reflejaban las minúsculas gotas obstinadas en no caer al suelo. Volvíamos casi de noche, en la hora en que se iba oscureciendo el camino. Si era sábado estábamos contentos, sabiendo todos que el domingo estaba ahí, permitiéndonos dormir más o madrugar sin deber. Si era domingo estábamos más mohínos, con la palabra lunes en la frente.

          Recuerdo también, en el principio del verano, o a punto de comenzar, cuando los mayores de la familia decían que ese año iba a ser bueno, y que íbamos a coger muchas cerezas, "daros prisa y no os durmáis en los laureles que luego vienen los pájaros a comérselas", nos advertían con el fatalismo propio de la gente que ha vivido en tiempos duros. Y todos los años era lo mismo, pero distinto.
          Era distinto respecto nosotros mismos, porque la vida de una persona cambia, pero tampoco eran idénticos los años en aquel árbol. Estaba vivo (y lo estará hoy), y algunos años tenía profundas modificaciones en su forma, en su echar frutos, por el clima...  otros sin embargo eran más leves.
Pues así, más o menos, veo yo estos diarios, como aquel árbol que todos los años repetía los ciclos, pero nunca era igual. Algunas ramas siempre echaban fruto, otras nos sorprendían alguna primavera, cargándose de cerezas. Como las páginas de estos libros. Sin ruido, sin aspavientos, pero ahí, aguantando las inclemencias del tiempo.

sábado, 7 de abril de 2012

EL GRAN TORBELLINO DEL MUNDO (Pío Baroja)


          Los libros de Pío Baroja son como las casas antiguas de los pueblos, que algún día tuvieron alguna importancia, y hoy son presas del olvido, la planta enredadera y el blasón mellado. No se lee realmente a Pío Baroja en ediciones "nuevas". Puedes llegar a disfrutar de alguna editorial que todavía no se ha animado a hacer un prólogo que eche para atrás y que cuide algo la edición. Pero si realmente creo haber llegado a leer rotundamente a Baroja, digamos de forma ortodoxa, es comprando el libro en la cuesta Moyano, o en alguna librería antigua, la edición que sea como mucho la Austral del sesenta y pico, y entonces sí.

     Aquellas casas (cada vez quedan menos por el sacrilegio de la restauración a fondo y confortable), viejas, de maderas viejas, de olores estancados de épocas de levita y sombrero diarios, de decadencia perpetua, por fuera no dicen nada al que no ve, ni observa, ni quiere de verdad buscar puertas en el tiempo. Aquel que es el turista de dámelo hecho, es imposible que penetre en el alma de esas estancias, grises, ocres, como las páginas de Baroja y llegue a encontrar algún tesoro, como el que nos regala cuando diserta sobre el origen de la palabra burdel (del francés bord d'eau = al borde del agua) definición de aquel lugar de divertimento en el norte de Europa; y por contra la etimología de la palabra lupanar (del latín lupa = loba) que es como se conocen estos sitios en el sur del Viejo Continente.

     Con esto, añade: "En el burdel se conoce al marino, el opio y la droga de Oriente. En el lupanar hay relaciones con el criminal, con el hombre de presidio".
Baroja siempre nos deja diferenciados dos grupos de personas (básicamente dos, aunque a veces hace ejercicios más complicados. Siempre sinceros e interesantes). Bien sea en un país (como hace en España), o bien en Europa, como en la presente novela, donde un vasco nos cuenta su historia triste y falsamente gris, pues es apasionante el contacto con la cantidad de seres y personajes, reales y extraños a un tiempo, al que nos conduce.
Y nunca nos diferencia a esos grupos de manera simple o fácil. Suele hablarnos desde la experiencia más humana y baja (algo tan a mano como un prostíbulo) pero desde el punto de vista etimológico, (nada tan antropológico, tan propio del humano pero tan desconocido para la mayoría), cercando alguna verdad.

martes, 3 de abril de 2012

EN EL CORAZÓN DE LA CIUDAD LEVÍTICA (Baltasar Magro) 02

     "Recordad a Pico della Mirandola cuando escribió: <<No te he hecho ni celeste, ni terrestre, ni mortal, ni inmortal, a fin de que tú mismo, libremente, a la manera de un buen pintor o de un hábil escultor, remates tu propia obra>>. Cada uno de nosotros debe ser su propio maestro, no lo olvidéis" 
     Con estas palabras el caballero de Seingalt se despedía de su amigo y confidente masónico, Adolfo Mendizábal.
BM nos lleva a Toledo para verlo, caminarlo, intrigarlo, descubrirlo, cortejarlo y sentirlo con los ojos, los pies, la audacia, el galanteo crepuscular y el espíritu de Giacomo Casanova. Haciendo un homenaje a aquellos hombres de estudios, apasionados, que cayeron en el olvido como las cenizas de tantas bibliotecas hechas quemar; tributo especial a la figura de Juanelo Turriano.

     Y ¿por qué indagar sobre este enigmático personaje desde Giacomo Casanova?, yo creo que ha sido una manera magistral de acercarnos al genio cremonés. En el libro El Círculo de Juanelo lo hacía desde nuestra época contemporánea, y ya nos quedó claro que lo que aquel hombre hacía no eran artificios sino ingenios, trabajos que abarcaban ciencia, artesanía, matemáticas, cábala, astronomía, humanismo.
Sin embargo este libro nos pone en un punto intermedio de la Historia. Estamos en la convulsa época europea previa a la Revolución Francesa. Es decir la agitación política, conspiradora, en Europa, está en ebullición, y exponente de estas nuevas ideas es Casanova. Un hombre hoy, del siglo XXI, medianamente instruido, con alguna inquietud, enemigo de la mediocridad, está más cerca de la apertura de mente del aventurero veneciano que de la mayoría de nuestros paisanos en aquella época. Creo que el acierto reside ahí, en que ser G. Casanova por Toledo con su misión, te atrapa desde el principio porque sientes en primera persona el vértigo en el que vivía intensamente GC. Y reside también en perfilar con brillantez a un hasta ahora estereotipado y acartonado arquetipo de galán. Cuidado, no se inventa el personaje. Sigue mostrándonos a alguien con un carisma, arrebatador para las mujeres e inquietante pero atrayente para los hombres,  pese a su edad. Sin embargo vemos más cosas (yo desconocía casi todo de él, salvo lo típico y tópico), como su influencia política, su importancia en las altas esferas, aunque todo se hiciera mediante los Hermanos de las logias, verdaderos peones o incluso alfiles de un tablero de ajedrez sumamente complicado (Qué curioso, el poder religioso siempre se ha relacionado con el alfil en el ajedrez, por su forma de proceder taimada, diagonal e incisiva en ganar poder e influencia. Sin embargo creo que cuando un masón de aquella época actuaba como alfil, la forma de intrigar era muy parecida a la religiosa, aunque el fin fuera casi siempre distinto. Unos era oscurantismo, los otros filantropía).

     Dice GC de J. Turriano en el libro: "Hablaba escasamente y cuando lo hacía expresaba cosas bellísimas, como cuando dijo que los príncipes estaban privados de algo apreciado y amado por cualquier hombre, a saber: de que se les dijera la verdad, de ver la aurora y de sentir alguna vez hambre..." 
Posiblemente sea una de las joyas que forman el tesoro de este libro, estos cuatro renglones, que no serían nada sin el magnífico entramado que ha urdido BM.
Estaba pensando en qué escena (digo bien: escena, es un libro en el que es muy fácil imaginarte cada pasaje como una emocionante película de época), destacar aquí en el blog... es difícil, y podrían ser varias las que rescatar, pero hay una... hay una que me parece de una maestría especial, por cándida, íntima, incluso algo bucólica, pero con una voluntad de seducción absoluta por parte de Giacomo... es en la que él se acerca casualmente a los alrededores del Colegio de las Doncellas Nobles, donde tienen un rato libre estas chicas (me recuerda a cuando ves una excursión de adolescentes por Toledo y tienen ese rato de calma que no hay ningún adolescente tramando nada), y entabla conversación con una de las residentes en el citado Colegio... Hay un clima, una atmósfera, cuando empieza a llover, que es lo que hace que un libro te haga olvidarte de que estás en tu casa sentado en un sillón, y seas tú el que se encuentra allí, en el corazón de la ciudad Levítica.