sábado, 21 de enero de 2012

LAS NINFAS (Francisco Umbral)

     A veces pienso que si los libros de Francisco Umbral pudieran borrar su nombre de la portada y camuflarse como enigmático anónimo o cambiarlo por otro nombre más colorido, almodovariano o glamuroso, podría alcanzar a más público, y una vez despojado de él, de la figura gris, triste, falsodandista, elegante-gruñona... una vez, digo, despojado de todo lo que pudiera relacionarlo con la imagen que se tiene de él (que uno no sabe si es de verdad o es de personaje), admirarlo en su auténtica grandeza, en la única grandeza que debiera admirarse. El libro, lo negro sobre blanco, las palabras que ha ordenado, para después, entonces sí, poder decir ¿quién ha escrito esto? y parar por la calle al hombre elegante, callado, de paso romántico, de estampa becqueriana, pero con el olor a lejía de portal pobre madrileño y decirle:... no, no. Rectifico. No se le dice nada. Dejarle que pase, sin interrumpir su sublimidad. Ni aspaviento, ni exclamación ahogada. Dejar que pase y punto.

     "La casa de Quevedo, de legitimidad tan dudosa, ya que en todo caso fue cárcel y no casa, de historial tan confuso, pues allí florecía el lis rococó de los jesuitas, la heráldica de Churriguera, la piedra clara de Carlos III y la yedra de los románticos, era un pozo literario con secreto y corrientes de sire, con encanto y frío"
     Sólo Andrés Trapiello ha conseguido miniar en tan poco espacio la esencia del Romanticismo. Esto es desperdicio leer como novela; esto se ha de leer como poesía, poniendo en relieve lo que rememora cada frase que nos viaja a otro tiempo que nunca existió, o que quizá sí existió, porque ahora se puede leer esto.

     Se sacan frases de este libro, Las Ninfas, porque sí. No porque sean mejores que el resto, como ocurre con otros autores más monótonos.
     "Toqué el cartoncito del billete ferroviario en el bolsillo, porque, a punto de partir, un billete de tren se toca ya como un talismán".
     El principio de la frase es Baroja, el final es algún poeta francés.

sábado, 14 de enero de 2012

LA HORA DE QUEVEDO (Baltasar Magro)

     Siempre va un paso más allá. Siempre salta la frontera de alambre de espino que no pudo Steve McQueen. Más allá de los demás escritores que quieren escribir historias de otras épocas sin algo que sí tiene o consigue Baltasar Magro.
     Hay muchas novelas históricas, pocas que te lleven a la época que describen.
     Para escribir un libro tan arriesgado como LA HORA DE QUEVEDO hay que conocer muy bien su obra, muy bien su vida, muy bien la Historia que le tocó vivir y tener una sincera voluntad de contar desde él. No sirve con el momento de inspiración ni cosas así. Creo que Magro ha trabajado mucho para encontrarse con un recorrido de inspiración, más que un momento. Es decir, seguro que mucha gente (entre la que me incluyo) al terminar de leer cualquier soneto de Quevedo, ha visto la grandeza de su pluma, se ha visto empequeñecido por un hombre que vivía cada día como si fueran tiros de arcabuz (gracias D. José Ortega por ese prologo a Vida de este capitán). Y tal vez, algunos que han sentido esto, han pensado en escribir un libro sobre Quevedo. Pues bien, sólo sabrá B. Magro lo que cuesta conseguir un poco de verdad en un libro.
     Yo sí he sentido a Quevedo entre las páginas de LA HORA DE QUEVEDO.